No preguntes si te amo,
no quieras bajar las estrellas,
no vulneres lo trascendental,
no perpetúes lo que tiene un tiempo.
Mejor cree en tu propio amor,
cobija las estrellas desde su lejanía,
trasciende en tu propio espacio,
y eterniza tu tiempo en compañía de otro tiempo.
No somos mejores por ser quienes somos,
somos mejores por entender nuestros límites,
y por entregar dichos límites como ofrenda,
por darnos en nuestra grandeza y miseria a la vez.
No puedes pintar la distancia,
tampoco respirar los versos.
A lo sumo podrás guardar lo aprendido
entre las arrugas de la mirada.
No puedo dejar de sufrir lo amado,
ni comulgar con la pasión ajena.
A lo sumo podré resguárdame bajo
la sombra de un instante inventado.
No podremos bailar sobre las utopías,
mucho menos inventar problemas innecesarios.
A lo sumo podremos imaginar las lágrimas,
las risas, las angustias y un final feliz.
La brisa liquida de una piel nueva
Los ruidos del cielo en la noche eterna
La pregunta sin tregua de estas manos
Un nombre real, sublime y perverso
La verdad sin verdad, solo otra más
El sufrimiento forzoso, ajeno e inmaterial
La esferas sin forma de lo que fuimos
El futuro sin anuncios ni prefijos
La mirada en el fondo de tus ausencias
Tu agonía en la cúspide de mis enigmas
La venganza sin odio de los segundos
El desierto profundo entre las venas
Iluso
Bello
Cruel
Testarudo
Sediento
Invisible
Eterno
Carnal
Impaciente
Indeciso
Sublime
Tímido
Doloroso
Tierno
Frágil
Intemporal
Apasionante
Mentiroso
Creador
Amenazante
Pasajero
Clandestino
Sabio
Imprudente
Libertador
Verdugo
Incrédulo
Inocente
Místico
Simple
Inesperado
Muerte
Vida:
Amor
¿Y si fuera solo un instante?
¿Si nuestra existencia dependiera
de reconocer y abrazar la oportunidad?
¿Si lo que somos no importa sobre
lo que sentimos en ese destello?
Si fuera así, ¿qué será de nosotros ahora?
Me hicieron de barro y palabra,
de lagrimas y tardes de café,
un ser de emociones e ideas.
Me moldearon de caricia y razón,
de deseos de amar y pensar,
una medida racional y otra espiritual.
Por eso soy de donde nace la revolución,
de aquel lugar donde palpita tu pecho,
donde tú conoces mi nombre y yo tu rostro.
Las cosas se transforman por estos días:
el olor se viste de negro,
las vírgenes coquetean con el invierno,
y tú te sientas de espaldas al amor.
Los últimos meses tienen piel de años,
y la conclusión de cada noche
no sobrevive para ver el amanecer,
ni siquiera llega a recuerdo.
Últimamente las cosas se dividen y permutan:
decir «te quiero» era válido,
casi revolucionario por aquellos días,
hoy es como darle agua a un niño hambriento.
Si eres una flor muerta,
despierta, inspirada o dormida,
¿a quién le importa?,
igual El Cairo anochece entre llamas.
Si te amo, te odio, me odias,
o si me encierran tus piernas
en la tarde herida de azul,
¿a quién le importa, sino a estas memorias?
Si estamos medios vacíos o medios llenos,
al final nadie se saciará por nosotros,
nadie renombrará su patria o su calle,
porque ¿a quién le importa?
Aunque el sol sigue ardiendo
como arde el alma en ausencia de fuego,
y aunque las gotas caigan de arriba abajo;
sigue manchada de puños cerrados la verdad.
Aunque ciertos llantos despierta caricias
y se derrita la cera de la caridad,
es claro que no soy quien debería
ni estamos donde nos gustaría.
Concluyo que somos así:
desgraciados, condenados por una
cadena fabricada con delicadeza,
con metódico cariño cada noche.
Aunque sepamos lo que no creemos,
aunque digamos lo que no sentimos, -y viceversa-
a pesar de ser hoy y mañana
la mejor falacia de lo que soñamos ayer.
Poesía Costarricense || Eliécer Garita 